Inundaciones: Sin Trabajo, Sin Cosechas, Sin Alimentos

Por Laura Sheahen

“Las inundaciones hicieron subir el agua de los pies a la cintura en cinco minutos”, dijo Kasturi, una madre de 20 años de edad, embarazada de nueve meses. “Mi esposo cargó a nuestras dos hijas una en cada hombro. Caminamos kilómetro y medio (alrededor de una milla) en el agua”.

Como miles de empobrecidos aldeanos en Andhra Pradesh, una región del sudeste de la India, Kasturi y su familia, que escaparon a las inundaciones, salvaron sus vidas y nada más. La mayoría de los habitantes de la aldea de Kasturi se trasladó a una plataforma del ferrocarril que estaba fuera del agua, en un distrito vecino, y durmieron allí hasta que la inundación cedió.

Foto del padre Jijo Murthanatt para CRS

Foto del padre Jijo Murthanatt para CRS

Cuando regresaron después de tres días, había poco que recuperar. “Nuestra casa es todo fango ahora”, dijo Adam, otro aldeano, de 20 años de edad. “Completamente llena de lodo”. Algunos se las arreglaron para excavar y sacar unos cuantos calderos y sartenes o las cribas que necesitan para cernir el arroz.

Estos aldeanos no tenían casi nada antes. La mayoría de ellos son agricultores arrendatarios de castas inferiores, discriminados en educación y empleos, que viven de cultivar algodón, arroz y otros granos. El alimento es tan escaso y caro que valía la pena regresar a buscar un saco de arroz de 50 libras al inicio de las inundaciones, pese a los peligros. Un hombre residente en la aldea de Rampurum pudo poner a su familia a salvo en un sitio seguro, pero volvió a su casa a recuperar unos sacos del grano. Días después, los trabajadores de rescate encontraron su cadáver; su choza había colapsado mientras él se encontraba dentro, matándolo. Fue una de las más de 200 personas que murieron; muchos no pudieron ser enterrados debido a que el terreno seguía anegado.

Kasturi, Adam y cientos de otras personas instalaron al lado de una carretera un campamento de tiendas improvisadas con palos atados con tiras de saris y cubiertos con cualquier material disponible —viejos sacos de comida, ropa o plástico—. Sentada en el piso de tierra de su improvisada choza, Kasturi dice no estar segura de qué hará cuando le llegue el momento del trabajo de parto pues no hay atención médica cercana ni dinero para pagarla si la hubiera. Las tarjetas de salud y alimentos que el gobierno entrega a las personas pobres se las llevó el agua y, además, muchas de las clínicas y tiendas están inundadas.

El único trabajo que los aldeanos conocen es el trabajo del campo, pero no habrá ninguno, al menos durante meses. Miles de acres de arroz —la cosecha de este año fue inusualmente buena antes de las inundaciones— fueron barridos por las aguas, los campos quedaron empapados y llenos de arena que será difícil remover en los años por venir. Los trabajadores ganaban 1 a 2 dólares al día por 10 horas de labor en el campo, pero hasta ese escaso dinero está ahora lejos de su alcance. “No sabemos lo que viene”, dijo una mujer en el campamento de tiendas. “Podríamos buscar maní para vender”.

Los pocos afortunados que poseían animales contemplaron cómo el agua se los llevaba. Miles de vacas, cabras y ovejas muertas estaban esparcidas sobre el terreno cuando las inundaciones cedieron, incubando enfermedades. El padre Jijo Murthanatt, un joven sacerdote del pueblo de Kosigi, salió con los aldeanos a recuperar los animales muertos y enterrarlos: “Fue terrible”, dijo. Incluso en aldeas donde quedaron algunas casas en pie, el mal olor de la descomposición de los animales es tan fuerte que muchos residentes no han regresado.

El padre Jijo y sus compañeros carmelitas, junto con monjas locales, trabajaron apresuradamente para alimentar a los sobrevivientes de las inundaciones. “Caminamos a través del agua llevando arroz caliente”, dijo la hermana Lilly Lobo, de las Hermanas de San José de Tarbes. “La gente se quedaba parada mirándonos, sin hablar ni nada. No se imaginaban que esto podía sucederles, todo inundado en hora y media”.

Catholic Relief Services (CRS) trabaja con los sacerdotes y monjas para ayudar a 7.400 familias en esta región solamente, y miles más en el vecino estado de Karnataka. Las familias recibirán lonas y sogas, ropa, utensilios de cocina, jarras y tabletas para purificar el agua, entre otros artículos esenciales.

Esta asistencia ayudará a corto plazo, pero a largo plazo el panorama es tenebroso, a menos que se haga algo. “¿Qué hace uno al ver la gente sufriendo así?”, dijo la hermana Lilly. Roopali Darsha, una coordinadora de CRS India, también está preocupada. “Los sobrevivientes de las inundaciones carecen de futuro”, dijo. “Sin trabajo, sin cosechas, sin alimentos”.

Laura Sheahen es asociada regional de comunicaciones en la región de Asia para Catholic Relief Services. Su oficina está en Camboya.

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