Al norte de El Salvador, la separación familiar se ha vuelto una dolorosa y frecuente realidad debido a la migración. En estas áridas tierras, donde las oportunidades son limitadas, los sueños de un mejor futuro suelen transformarse en dolorosas despedidas de padres que dejan a sus hijos atrás o hermanos que parten en busca de una vida digna, con la esperanza de sostener a sus familias.
Los hermanos John, de 19 años, y Esteban Rodríguez*, de 22, son testigos vivientes de esta situación. Como tantas otras familias de su comunidad, la suya se separó cuando sus padres decidieron partir hacia Estados Unidos para brindarles a sus hijos mejores oportunidades.
Ambos jóvenes crecieron en la comunidad de San Antonio de las Iglesias, localizada en una zona rural muy lejana y de difícil acceso, donde la mayoría de la población depende del trabajo de la tierra. Sin embargo, esta zona se caracteriza por la significativa degradación de sus suelos y las altas temperaturas, factores que impactan la productividad de los cultivos y la capacidad de los agricultores de tener un sustento.
En este desafiante entorno, la juventud local enfrenta obstáculos significativos como la pobreza, el acceso limitado a la educación y la falta de oportunidades de empleo, lo que ha convertido a la migración en una opción cada vez más frecuente.
“La mayoría de los jóvenes optan por emigrar al extranjero. Por la falta de recursos económicos, no siguen estudiando. Entonces, no hay otra opción,” explica John.
Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2022 de El Salvador, la población entre los 15 y 29 años que ni estudia ni trabaja representa el 24.7% de los salvadoreños, una situación que trunca el desarrollo del potencial de los jóvenes y que tiende a ser más crítica en zonas rurales.
Aunque el plan de John y Esteban era reunirse con sus padres una vez estos estuvieran establecidos, la oportunidad de crear un próspero emprendimiento de cultivo de hortalizas en su comunidad los hizo desistir de empacar maletas y realizar la peligrosa travesía hacia el norte.
Todo empezó con una donación que recibieron varios jóvenes de su comunidad, incluyendo a John y Esteban, por parte del Centro Nacional de Tecnología Agrícola y Forestal de El Salvador (CENTA) y la Organización de Estados Americanos (OEA) para construir un invernadero.
Luego, decidieron unirse al programa Jóvenes Creando Alternativas a la Migración (YOCAM) de Catholic Relief Services (CRS) y CENTA, una iniciativa financiada por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, donde recibieron formación técnica en prácticas de agricultura sostenible y emprendimiento.
A pesar de los desafíos del clima y aplicando los conocimientos y habilidades sociales adquiridos a través de YOCAM, en su invernadero estos jóvenes lograron producir tomates, chiles y pepinos de excelente calidad.
Con estos productos, establecieron un próspero negocio de venta de hortalizas. Solo vendiendo los chiles producidos, obtuvieron alrededor de $4 000, los cuales se reparten entre ellos y utilizan para su sustento.
“Ya no hay planes de migrar porque nos va bastante bien con las hortalizas. Creo que nos beneficia más el estar aquí cultivando la tierra que emigrar hacia el extranjero”, revela Esteban, el menor de los hermanos.
Con el apoyo continuo de CRS y CENTA, estos jóvenes también están diversificando su emprendimiento con un proyecto de incubadoras de huevos y cría de gallinas para ampliar aún más sus oportunidades económicas. El nuevo negocio les permitirá explorar otros mercados y asegurar ingresos adicionales.
Motivado por los frutos de su esfuerzo, John ahora vislumbra una vida próspera junto a su hermano en El Salvador. Sus padres lo motivan cada vez que habla por teléfono con ellos a seguir trabajando la tierra, algo que les resultaba imposible en el pasado.
“No hay mejor lugar para cultivar la tierra. De no ser por este emprendimiento, posiblemente hubiese emigrado. Esto nos ha dado una nueva oportunidad”, explica el joven emprendedor.
Hoy, el futuro de los hermanos Rodríguez es prometedor. Atrás quedaron los planes de abandonar su tierra. Su emprendimiento y proyectos demuestran que, cuando existen oportunidades, los jóvenes salvadoreños prefieren desarrollar todo su potencial sin desarraigarse de sus propias comunidades.
*Los nombres han sido cambiados para proteger la privacidad.