Imagina que de pronto no pudieras comprar comida. De seguro pensarías que los alimentos almacenados en tu alacena te resolverían el problema de inmediato. Pero ¿qué pasaría si tu situación perdurara por varios meses hasta llegar al punto de ver la salud de tus hijos amenazada por el hambre?
La respuesta a esta pregunta fue precisamente la experiencia vivida por la familia de Teófila Vásquez, una joven madre de dos hijos y residente de la comunidad Nearar, localizada al oriente de Guatemala, donde la falta de alimentos y agua potable se han acrecentado en los últimos años.
Resulta que la casa de Teófila y su familia pertenece a una de las muchas comunidades que viven en el Corredor Seco de Centroamérica, donde el cambio climático ha provocado grandes daños a la agricultura, uno de los principales medios de subsistencia para muchos en esta zona.
De hecho, Teófila dependía únicamente del modesto ingreso de su esposo, quien se dedicaba a trabajar en la agricultura. De esta forma, los Vásquez vivían prácticamente con lo necesario para sostener a sus hijos Luswin y Delsy en un ambiente donde los alimentos rara vez abundan.
Desafortunadamente, para marzo del 2020 la situación se agravó para la familia de Teófila, cuando su esposo perdió su trabajo debido a las restricciones que se impusieron ante la pandemia del COVID-19.
Esto provocó que los Vásquez no contaran con los ingresos necesarios para comprar alimentos, al tiempo que apenas podían salir de sus hogares debido a las restricciones impuestas por la pandemia.
La situación se tornaba más desesperante a medida que pasaban los días y los meses. Al poco tiempo, comenzaron a escasear los alimentos, por lo que Teófila comenzó a reducir el consumo de comida a dos veces por día.
El mismo problema surgió en toda la comunidad, lo que provocó que muchos niños llegaran al punto de desnutrición y la carencia de agua potable produjo serios problemas de higiene y de salud.
“Llegamos a tal situación que solamente comíamos tortillas, no teníamos ni frijoles, nos quedamos sin nada”.
Teófila Vásquez Martínez, Guatemala
Fue entonces cuando en medio del desespero, un día Teófila decidió salir a buscar algo de alimentos para que sus hijos pudieran comer adecuadamente. No obstante, la joven madre no pudo ni tan siquiera trasladarse hacia el centro de salud en busca de ayuda. Las medidas por el COVID-19 prohibían la movilización de las personas y no se podía utilizar el transporte público.
Para colmo de males, la situación se tornó más crítica para el mes de noviembre del 2020 con el azote de la tormenta Eta en Guatemala, cuyos estragos hicieron que la familia Vázquez perdiera el maíz que les quedaba almacenado.
Pero no solo el hambre era el único gran problema que enfrentaba la familia de Teófila. La carencia de agua potable se unió a la falta de alimentos y sus hijos comenzaron a sufrir de episodios de diarrea. La situación era tan precaria que, en plena pandemia, Teófila no podía comprar jabón para lavarse las manos en su casa.
Justo en este punto crítico, la familia Vásquez se unió al proyecto Superamos III, implementado por Catholic Relief Services (CRS) y su socio Cáritas Zacapa con el apoyo de USAID.
Esto, sin duda, significó un gran alivio para Teófila y para muchos en su comunidad. Con el apoyo del proyecto, el cual se estableció con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria en varias poblaciones del oriente de Guatemala, lograron superar sus dificultades para acceder a una alimentación nutritiva.
A través del proyecto Superamos III, la familia Vásquez recibió tres transferencias de dinero en efectivo por un total de US$150. Los recursos recibidos le permitieron a Teófila comprar variedad de alimentos, incluyendo frijoles, arroz, Incaparina, pollo, hígado, huevos, frutas y verduras.
También participó en talleres de nutrición, donde recibió orientación sobre cómo comprar los alimentos más apropiados para ayudar a sus hijos a recobrar el peso perdido.
Los talleres eran impartidos por lideresas de su comunidad, con quienes no sólo aprendió sobre la alimentación adecuada para sus niños, sino también algunos procesos de higiene y lavado de manos.
Así fue como Teófila logró mejorar la nutrición de sus hijos, quienes recuperaron gran parte del peso perdido. Su hijo mayor, Luswin, finalmente se mejoró de un problema pulmonar que desarrolló a consecuencia de la desnutrición y su hija, Delsy, alcanzó el peso requerido para su edad.
“Ahora tenemos agua limpia para tomar, para lavar nuestras manos y también nuestros alimentos. Ahora mis hijos ya no se enferman”.
Teófila Vázques Martínez
Como parte del proyecto, Teófila también recibe atención especial por parte de una vigilante nutricional de su comunidad. Además, un técnico del equipo de Superamos III le hace visitas periódicas para monitorear el peso de sus hijos, en especial el de Luswin, quien ya casi no padece de diarreas.
La continuidad viene a ser uno de los elementos más importantes de este proyecto, por lo que una de las estrategias para asegurarla es la creación de grupos organizados y el empoderamiento femenino dentro de las propias comunidades.
De esta forma, se logra que residentes como Teófila y su familia siempre cuenten con personas que puedan orientarlos y ayudarlos a prevenir casos de desnutrición infantil, aun cuando el proyecto ya no esté activo en la comunidad.