Al caminar por la huerta de Nery García en El Ciprés, en el centro de Honduras, se ven sandías, piñas, plátanos, cítricos, cabezas de lechuga y maíz. Nery también cultiva rábanos, calabazas, brócoli y una variedad de verduras y orgullosamente muestra sus campos de malanga, un vegetal similar a un camote.
“Los técnicos de CRS (Catholic Relief Services) nos están ayudando a obtener un nicho de mercado seguro para la malanga, para que podamos venderla y generar ingresos para nuestras familias”, cuenta Nery.
El impacto del cambio climático en los agricultores
Después de ver la huerta de Nery, es difícil creer que hace solo unos años, su familia pasó mucha hambre. El impacto del cambio climático y la inflación hicieron casi imposible que él pudiera cultivar los frijoles y el maíz que había plantado. Incapaz de cultivar o comprar suficiente comida para su familia, evaluó las pocas opciones que tenía.
“Voy a ser sincero”, dice. “Antes del proyecto de CRS, pensé mil veces en emigrar”.
Nery no es el único pequeño agricultor en Centroamérica que ha pensado en emigrar. El cambio climático está causando estragos en las huertas a lo largo del Corredor Seco, provocando que miles de personas pierdan sus medios de subsistencia y obligándolas a tomar la difícil decisión de abandonar sus hogares y comunidades para sobrevivir.
Bajo el derecho internacional, las personas que abandonan sus países debido al impacto del cambio climático no reciben el estatus de refugiado o protección. Pero la emergencia climática está aumentando dramáticamente el desplazamiento y la migración en el mundo, e intensificado la vulnerabilidad de las personas que ya experimentan pobreza, hambre y otros problemas.
“Hace 30 años, había suficiente agua en las lagunas, en los ríos, en los arroyos”, comenta Nery. “Pero el cambio climático comenzó a afectarnos. Las lagunas y arroyos se secaron y solo quedaron los ríos fuertes. Nuestras fuentes de agua están ahora más lejos”.
Norma, la esposa de Nery, recuerda un año especialmente duro: “En 2018, no llovió y el maíz no creció. No había agua, por lo que las plantas se secaron y no se pudo cosechar nada. Fue difícil para toda nuestra comunidad”.
Además de sequías más largas y lluvias impredecibles y destructivas, Nery enfrentó otros desafíos. Los suministros que necesita para cultivar (semillas, fertilizantes, equipos) subieron de precio e hicieron que fuera más difícil para él obtener ganancias. Su sistema de riego también era ineficiente: causaba erosión, dañaba sus plantas y lavaba su insecticida.
Adaptación al cambio climático con RAÍCES
Decidido a mantener a su familia y hacer que su huerta fuera rentable, Nery se unió al proyecto RAÍCES de CRS. El programa, financiado por la asistencia humanitaria y de desarrollo internacional de los Estados Unidos, ayuda a agricultores de Centroamérica a adaptarse al cambio climático.
Nery trabajó con el personal de CRS y miembros de la comunidad para construir un depósito de agua para toda la comunidad. Reemplazó su sistema de riego por aspersión con un sistema de riego por goteo que utiliza sólo la cantidad de agua necesaria para los cultivos. Además, el nuevo sistema no daña sus plantas ni lava la tierra de sus nutrientes.
“Antes solo plantábamos durante el invierno cuando caía la lluvia del cielo”, comparte Nery. “Ahora que toda la estructura del sistema de riego fue remodelada con el proyecto RAÍCES por medio de CRS, ha sido una gran ventaja. El 100 por ciento de los productores del proyecto ya está cultivando”.
Nery aprendió cómo mejorar la salud de su suelo. Usando cultivos de cobertura y barreras vivas (como sus plantas de piña), conserva la humedad en el suelo durante las sequías y evita la erosión. Poco a poco, Nery pudo expandir su producción plantando más tipos de frutas y verduras que proporcionan alimentos nutritivos para su familia y que puede vender en el mercado para obtener ingresos.
Norma reconoce el esfuerzo: “Hemos progresado como familia porque hemos plantado un poco de todo para satisfacer nuestras necesidades en casa”.
Ella está feliz de ver a sus hijos sanos. Les va bien en la escuela y le ayudan a ella y a Nery con la huerta. Nery está agradecido por poder mantener a su familia y ahora trata de ayudar a otros agricultores de su comunidad.
“Ya no pienso en emigrar”, dice Nery. “En este tiempo que CRS ha venido y me ha echado una mano, sé que puedo salir adelante… Sueño que mi familia pueda ser un ejemplo, que podamos ser un enlace y un recurso para otras familias aquí en Honduras”.
La asistencia humanitaria y de desarrollo internacional de los Estados Unidos financia RAÍCES y otros programas que ayudan a comunidades alrededor del mundo vulnerables al cambio climático y al hambre. Pide a tus congresistas que respondan al impacto del cambio climático proporcionando una financiación sólida en el presupuesto federal para los programas de asistencia internacional que reducen la pobreza, especialmente dentro del Fondo Verde para el Clima y la Asistencia para el Desarrollo.