Jesús León Santos creció en un pueblo tan seco y erosionado que, a simple vista, parecía un enorme paisaje de la luna. Sin embargo, fue precisamente ese entorno desolador lo que lo motivó a convertirse en un reconocido líder ambiental en México, galardonado con el Premio Goldman al Medio Ambiente y posteriormente, a hacerse socio de Catholic Relief Services (CRS) para enfrentar el cambio climático.
Su amor por la naturaleza comenzó a forjarse desde niño. En ese entonces fue testigo de los devastadores efectos ambientales de la deforestación, el arado inadecuado y el cultivo no sostenible del maguey en la comunidad indígena mixteca de Santiago Tilantongo, Oaxaca, donde la tierra antes era productiva y brindaba suficientes alimentos para todos.
“Crecimos en este ambiente con situaciones bastante difíciles. Teníamos que buscar leña y acarrear el agua, porque estos recursos siempre escasearon aquí en la comunidad. Entonces, teníamos que dedicar mucho tiempo para traerlos a la casa”, recuerda.
Estas vivencias, y un especial encuentro con un grupo de indígenas guatemaltecos, lo impulsaron a desarrollar una firme determinación para defender el medio ambiente y emprender incansables esfuerzos para revitalizar esos suelos degradados, que amenazaban la sostenibilidad de su comunidad.
Y lo logró. Cuatro décadas después, gracias a sus esfuerzos, el paisaje de esta zona experimentó un milagro ambiental que lo hizo merecer el reconocimiento internacional que hoy goza.
La perseverancia de Jesús y su capacidad de movilizar a la juventud mixteca para sembrar árboles, hizo posible que sus tierras se llenaran de sombra y vida, algo que en ese entonces parecía imposible y que hoy se ve amenazado por el cambio climático.
Compromiso con la madre tierra
A sus 17 años, un evento inesperado terminó de convencer a Jesús de que cuidar a la madre tierra era su vocación para toda la vida. Un grupo de refugiados indígenas de Guatemala llegó a su comunidad huyendo de la guerra civil que en ese entonces azotaba a su país.
Ellos le enseñaron que la tierra era sagrada y debía respetarse y cuidarse. Sus conocimientos ancestrales sobre la conservación de la naturaleza influenciaron profundamente el camino de Jesús hacia el activismo ambiental.
“Traían conocimientos muy importantes y nos compartieron mucho sobre el respeto hacia la tierra, el cuidado de los recursos naturales y cómo mejorar la fertilidad de los suelos. Nos decían sobre la importancia de sembrar árboles y hacer sistemas de conservación de suelos”, cuenta Jesús.
Fue así cuando en el año 1983, él y otros jóvenes mixtecos, motivados por las lecciones de estos sabios, iniciaron la siembra de árboles de pino, los cuales crecieron rápidamente y, con el tiempo, la región se fue transformando en tierras llenas de vegetación.
El cambio fue evidente. El paisaje lunar y erosionado se transformó en un lugar verde, donde los suelos volvieron a ser fértiles y productivos.
“Nuestros abuelos y nuestros antepasados no pensaron que fuéramos a llegar a niveles de deterioro tan altos como a los que llegamos acá, afirma Jesús. Pero nos tocó a nosotros demostrar que es posible cambiar este deterioro”.
Desde entonces, su incansable trabajo por la defensa del medio ambiente y la restauración del suelo nunca se ha detenido, pero hoy incluye un nuevo reto: encontrar soluciones para que su comunidad logre adaptarse al cambio climático.
Los eventos climáticos extremos no solo están haciendo más difícil la producción de alimentos, sino también la generación de un ingreso digno para los jóvenes. Frente a este escenario, la juventud ya no ve oportunidades en la agricultura y prefiere emigrar.
Los jóvenes se van porque la lluvia no llega
Las sequías cada vez más prolongadas y las heladas tempranas están destruyendo los cultivos de la comunidad mixteca, dejando a sus familias sin sustento y a los jóvenes sin esperanza de forjarse un futuro.
“Los mixtecas, dice Jesús, necesitan la fuerza de su juventud. Pero a las nuevas generaciones, el cambio climático se las está llevando como a la lluvia”.
El pueblo mixteco se está quedando solo con sus adultos mayores, lo cual tiene un impacto directo en la producción agrícola. Estas personas ya no pueden asumir toda la carga de trabajo y hacen falta manos jóvenes que continúen con el cultivo de la tierra, y aseguren los alimentos de la comunidad.
Según cifras oficiales del Gobierno de Oaxaca, entre 2015 y 2020 emigraron 231,739 personas desde este estado. El 22% de los migrantes tenían entre 15 y 24 años.
Frente a la amenaza de no poder lograr un relevo generacional, Jesús considera fundamental continuar motivando a la juventud a permanecer en su territorio, para que desempeñen un rol activo en la agricultura y en la adaptación al cambio climático.
Desde 2015, el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (CEDICAM), que Jesús dirige, y CRS unieron esfuerzos para continuar la restauración de los suelos mixtecas y adoptar prácticas de agricultura de conservación, que les permita adaptar sus cultivos a las nuevas condiciones del clima.
A través del programa Agua y Suelo para la Agricultura (ASA), Jesús y CRS promueven entre los jóvenes agricultores de Oaxaca la adopción de estas prácticas. Conjuntamente,buscan nuevas formas de hacer que la producción mejore y llegue al mercado para que los jóvenes encuentren oportunidades económicas en su tierra.
El compromiso de Jesús con el cuidado del medio ambiente está permitiendo que la milenaria comunidad mixteca en Oaxaca vea de nuevo su futuro con esperanza.
Inspirados en esta historia de liderazgo ambiental, te invitamos a unirte a nuestras campañas para hacer frente el cambio climático y continuar apoyando a comunidades que, como la de Jesús, están recibiendo sus impactos.