CRS y su socio COALIPRO apoyan a migrantes y refugiados en México con albergue, alimentación y acompañamiento psicosocial
“Quisiera que mis hijos no sepan de abusos, ni de violencia, que tengan una vida diferente”, relata Ana* entre lágrimas. Ella, junto a sus dos hijos, huyó de Guerrero, México, a Tijuana, donde permanece en un albergue de migrantes debido a la política “Quédate en México”, también conocida como “Migrant Protección Protocols” (MPP), la cual obliga a los migrantes que aplican a asilo en los Estados Unidos a esperar indefinidamente en territorio mexicano por la respuesta a su solicitud.
Ana era ama de casa y tenía un negocio de venta de pollos y tortillas con su mamá. Con nostalgia, recuerda lo que le gustaba hacer en Guerrero: ir al campo, sembrar maíz y compartir tiempo en familia. Pero organizaciones criminales empezaron a extorsionar a los comercios de su comunidad e imponer pagos de cuotas para entrar a su pueblo. Esta situación la obligó a subir el precio de sus productos, hasta el punto de que la gente ya no los compraba. La amenaza permanente del crimen y la incapacidad de poder tener un ingreso para vivir, la obligó a huir a la frontera para buscar asilo en los Estados Unidos.
![refugiada en albergue de Mexico](https://www.crsespanol.org/wp-content/uploads/2022/06/D6A2717_1-sized.jpeg)
Mientras narra su historia, Ana recuerda que en Guerrero perdió a su primo y a varios miembros de la familia de su esposo en manos del crimen organizado. “Me pasaron cosas que hasta pena me da contarlas. Me preocupa que a mis hijos les pueda pasar algo malo”, narra Ana, quien esconde su rostro por temor a represalias.
Además de ser uno de los estados mexicanos más violentos, Guerrero también tiene uno de los más altos índices de pobreza, carencias sociales y bajos ingresos en el país, según datos de la medición multidimensional de la pobreza, generados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) de México.
![familia mexicana](https://www.crsespanol.org/wp-content/uploads/2022/06/D6A2726_1-sized.jpeg)
La historia de Ana como refugiada se repite una y otra vez alrededor del mundo. Cada minuto, veinticuatro personas dejan su hogar y su familia para huir de la violencia, la falta de oportunidades, el cambio climático, entre otros; según datos de la Organización de Naciones Unidas, (ONU).
Mientras tanto, en México, el flujo de migrantes sigue creciendo, a pesar de las restricciones fronterizas impuestas por razones de seguridad y bioseguridad durante la pandemia de COVID-19. Según datos de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), hasta el primer trimestre de este año, 29.574 personas pidieron protección internacional, lo que representa un 32% de aumento respecto al mismo período del año pasado.
En Tijuana y Mexicali, ciudades ubicadas en la frontera norte de México, Catholic Relief Services (CRS) y la Coalición Pro-Defensa del Migrante (COALIPRO) unieron esfuerzos desde el 2020 para responder a la crisis migratoria actual y las necesidades de los migrantes y refugiados que llegan, la mayoría con el propósito de buscar asilo en los Estados Unidos. Gracias a esta alianza, los albergues de migrantes de ambas ciudades han logrado ampliar su capacidad de respuesta. A la fecha, CRS y COALIPRO han servido a más de 9.000 migrantes, incluyendo a Ana y sus dos pequeños hijos.
![personal de apoyo en los albergues de mexico](https://www.crsespanol.org/wp-content/uploads/2022/06/D6A2777_1-sized.jpeg)
A ella y otros migrantes, CRS y COALIPRO les brinda apoyo psicosocial, alimentación, atención médica, seguridad, asesoría legal y atención a sus necesidades básicas de higiene, para que puedan tener una vida más digna mientras esperan una respuesta a sus solicitudes de asilo.
“Aquí me siento bien, porque no tenía un lugar donde llegar. Aquí tengo donde dormir y no tengo miedo a que me quiten a mis hijos. Ya no ando en la calle exponiéndome a que me los quiten”, dice Ana.
*Los nombres se han cambiado para proteger la privacidad.