Nuestros programas en Latinoamérica impulsan a jóvenes vulnerables a encontrar nuevas oportunidades y un futuro prometedor sin abandonar sus hogares, dentro de sus comunidades. Unidos hemos ayudado a miles, sin embargo, nuestro trabajo apenas comienza. Estamos comprometidos a servir a los demás proporcionando herramientas para crear un mejor mundo para las próximas generaciones. Conoce la historia Rusbel, una joven que logró salir adelante gracias al programa Jóvenes Constructores.
Hace más de 32º C (90 ° F) en Somoto, Nicaragua, cuando Rusbel Huetes se pone su traje de apicultura de malla y caucho. Su cuerpo delgado y su manera de hablar suave la hacen parecer una candidata poco probable para un trabajo que requiere levantar objetos pesados y caminar largas distancias bajo el sol abrasador del Corredor Seco.
“Mi padre llegó a casa un día y me dijo que me había inscrito en un curso de apicultura”, recuerda Rusbel, avivando un pequeño fuego en el ahumador que usará para evitar que las abejas la piquen mientras cuida las colmenas. “En ese momento, me sentí un poco molesta y le pregunté por qué toma decisiones por nosotros”. A Rusbel le preocupaba que la apicultura fuera peligrosa y se considerara un trabajo tradicionalmente ocupado por hombres. “Cada vez que venían a una comunidad y decían: “Tal curso está por venir”, las mujeres siempre buscaban cursos que trataran más sobre la cocina y los hombres, la apicultura”, recordó.
El curso de apicultura en el que la inscribió el padre de Rusbel fue parte del programa en curso Jóvenes Constructores impartido por Catholic Relief Services. A pesar de su inquietud inicial, pudo ver que el curso era una buena oportunidad.
Una de cuatro hermanas, los recursos de la familia de Rusbel estaban agotados. Su padre estaba sin trabajo. Al pasar el tiempo ayudando a su madre con las tareas del hogar, soñaba con poder estudiar y comenzar su propia carrera. Fue un sueño que parecía fuera del alcance de muchos jóvenes rurales en la comunidad de Rusbel.
“Muchas personas en las ciudades tienen la oportunidad de estudiar”, se lamentó Rusbel, “pero en las comunidades rurales es raro”. La migración era muy común en Somoto, que está a tiro de piedra de la frontera hondureña, antes de que programas como Jóvenes Constructores estuvieran disponibles.
Rusbel dijo que, en el pasado, muchos jóvenes abandonaban su comunidad en busca de empleo y una vida mejor. Esto ha cambiado a medida que los jóvenes que crecen en Somoto hoy son testigos del éxito de los graduados de Jóvenes Constructores y ven un nuevo potencial en su ciudad natal. El programa “nos da la oportunidad de estudiar, emprender e innovar a través de nuestros negocios”, explica.
Aprovechando la oportunidad de seguir una carrera sólida sin dejar atrás su hogar y su familia, Rusbel comenzó el curso. Su primera experiencia en el apiario cambió su punto de vista sobre la apicultura. “Sentí ese amor por las abejas”, recordó, “especialmente cuando nuestro facilitador, Juan Alberto, nos dijo que no estábamos destruyendo el medio ambiente con la apicultura, sino que estamos ayudando con muchas de las cosas que sabemos que la humanidad ha destruido y contaminado”.
A lo largo del curso, Rusbel continuó aprendiendo sobre el importante papel que juegan las abejas en la protección de nuestro medio ambiente. También aprendió habilidades de negocios y para la vida como parte del plan de estudios de Jóvenes Constructores, que está diseñado para proporcionar a los jóvenes todas las herramientas que necesitan para tener éxito en la fuerza laboral.
“Eso me ayudó mucho como mujer porque era una forma de sentirme segura, comencé a sentirme segura de mí misma y de que podía lograr muchas de las metas que podría establecer para mí”, dijo.
Rusbel ha demostrado que, con la capacitación adecuada, el trabajo duro y la fe, las mujeres pueden prosperar en este campo dominado por los hombres. Durante el curso, ella redactó y defendió un plan de negocios. Su defensa fue exitosa y se le otorgó el capital inicial para comprar 10 colmenas. Esas colmenas resultaron ser muy rentables. Rusbel no solo produjo miel, sino que también fabricó y vendió productos de polen, cera y propóleos para diversificar sus ingresos. Rusbel ahora tiene 20 colmenas activas y actualmente está trabajando para aumentarlas. “Si hoy tengo 20 colmenas, en el futuro planeo tener 50 colmenas y Dios me permitirá tenerlas, porque todo se puede hacer con la ayuda de Dios”, dice.
Al ver a Rusbel trabajar, su pasión por su oficio es obvia. Sin preocuparse por el inmenso calor, se desliza fluidamente de una colmena a otra, levantando las tapas con cautela para inspeccionar las colonias zumbantes. “Mis hermanas venían y decían: «Las abejas te han ganado» o «Esos insectos te han hechizado»”, se ríe.
Ahora, Rusbel está trabajando para ayudar a otras mujeres en la región a tener más confianza y ganar independencia y seguridad financiera a través de la apicultura. “En Uniles y La Carbonera, que son las comunidades en las que enseño, siempre digo a las mujeres: “Trabajemos como abejas muy organizadas, muy unidas”, Rusbel sonríe.
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