La Copa Mundial y Una Cabra

Por Padre David García

Mientras miles de personas se amontonaban en Sudáfrica para ver la Copa Mundial y hacer sonar las odiosas vuvuzelas, tuve la suerte de viajar por otra parte del continente visitando proyectos de desarrollo entre algunas de las personas más pobres del mundo.

Formaba parte de un grupo de dirigentes religiosos hispanos de EE. UU. en un viaje de inmersión en África Occidental, en cooperación con Catholic Relief Services (CRS), la agencia oficial de la comunidad católica en EE.UU. para ayuda humanitaria internacional. CRS trabaja en más de 100 países, que incluyen Ghana y Burkina Faso en África Occidental, la zona que visitamos.

El padre David Garcia durante su reciente viaje a Burkina Faso y Ghana. Foto de Lane Hartill/CRS

El padre David Garcia durante su reciente viaje a Burkina Faso y Ghana. Foto de Lane Hartill/CRS

Supe que la entrada básica a uno de los partidos del mundial costaba más de 300 dólares. Con tres de esas entradas se podría pagar una casa nueva que vi construir en África Occidental para víctimas de unas inundaciones. El precio de una comida en un restaurante medio durante el Mundial permitiría a una mujer que conocí en Burkina Faso iniciar pequeños negocios como la producción de mantequilla de maní o cerveza de mijo con los que podría pagar la escuela para sus hijos. Con lo que cuesta una vuvuzela se podrían comprar semillas de mejor calidad que permitirían a un pequeño agricultor de Ghana aumentar su cosecha en un 200% y así asegurar el alimento de su familia.

Los proyectos que visitamos estaban en manos de residentes que trabajaban con la ayuda de CRS y otros socios. Esta ayuda no era solo una donación sino un apoyo crítico que les permitirá dar sus propios pasos hacia el desarrollo y la autosuficiencia.

Visitamos proyectos para microcréditos, atención sanitaria, agua, huérfanos y mujeres víctimas de abuso y maltrato. Resultaba triste ver situaciones tan duras, pero, ver a la vez la ayuda que ofrecen los proyectos, era esperanzador.

La gratitud con la que nos recibieron fue realmente conmovedora. Uno de los jefes de una aldea, llegó hasta regalarme una cabra como muestra de su gratitud. Tranquilos, no comí cabrito aquella noche, pero puede que las enfermeras de la clínica local que se quedaron con él lo hicieran.

Mientras el mayor acontecimiento deportivo del mundo tenía lugar en aquel continente, yo estaba viviendo un momento realmente conmovedor, incluso espiritual, conociendo a hermanos y hermanas desventajados pero maravillosos. Son iguales a nosotros de tantas formas. Desean un trabajo que les permita dar casa y comida a su familia. Quieren tener acceso a agua potable. Aspiran a una buena atención médica y educación para sus hijos. Quieren un hogar digno donde puedan vivir seguros.

No es mi intención hacer que nadie que fuera a la Copa Mundial se sienta culpable –las vacaciones, los acontecimientos deportivos y la diversión son partes importantes de la vida. Lo que sí quiero proponer es que dejemos espacio en nuestra vida para esos mil millones de hermanos y hermanas que viven con un dólar al día.

Podemos rezar por ellos, llevarlos en nuestro corazón, ser conscientes de que nuestras decisiones pueden ayudar más a otros, contribuir en la medida de lo posible a organizaciones internacionales y abogar por políticas gubernamentales que ayuden a los países pobres.

África me ayudó a comprender una vez más que somos todos una gran familia y por eso, lo que le afecta a uno de sus miembros, nos afecta a todos.

El padre David García es asesor principal de acercamiento con el clero para Catholic Relief Services (CRS), su oficina está en San Antonio, Texas.

Reproducción cortesía de www.mysanantonio.com.

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