El calendario litúrgico de la Iglesia Católica conmemora a la Virgen María en diferentes fechas y tiempos del año. Por ejemplo, el mes de mayo es comúnmente conocido como el mes de María. De manera semejante, el mes de octubre es el mes del Rosario y durante el tiempo de Adviento se le dedica especial atención al papel que juega como la Madre del Salvador.
“Nunca tengas miedo de amar demasiado a la Virgen. Jamás podrás amarla más que Jesús”. – San Maximiliano Kolbe
Fortalece tu devoción a la Virgen María rezando algunas de estas oraciones durante el día. Ayuda a que más personas conozcan y amen a la Madre de Dios descargando las imágenes y compartiéndolas en tus redes sociales y con tus familiares y amigos.
Dios te salve María, llena eres de gracia;
el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
V. El Ángel del Señor lo anunció a María. R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
V. He aquí la esclava del Señor. R. Hágase en mí según tu palabra.
V. El Verbo se hizo carne. R. Y habitó entre nosotros.
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Oremos:
Infunde, Señor tu gracia en nuestros corazones para que cuantos, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de su resurrección. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
¡No me dejes, Madre mía!
Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes; ven conmigo a todas partes y solo nunca me dejes. Ya que me proteges tanto como verdadera Madre, haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente.
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya. Amén.
V. Reina del cielo alégrate; aleluya. R. Porque el Señor a quien has merecido llevar; aleluya.
V. Ha resucitado según su palabra; aleluya. R. Ruega al Señor por nosotros; aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya. R. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor; aleluya.
Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Letanías lauretanas
Las Letanías Lauretanas (o Letanías de la Virgen o de Loreto) son las designaciones más difundidas de alabanza y súplica a Nuestra Madre Santísima para invocar su intercesión y se suelen recitar al terminar de rezar el Rosario. En 2020, el Papa Francisco añadió tres nuevas invocaciones a las Letanías Lauretanas: “Consuelo de los migrantes”, “Madre de la misericordia” y “Madre de la esperanza”. Aunque el título “Reina de la paz” ya formaba parte de Letanías, lo hemos incluido en esta página para resaltar la importancia de pedir la ayuda de la Virgen en estos momentos en que nuestro mundo tanto necesita el don de la paz.
Invocaciones y frases de santos sobre la Virgen María
Muchos de los hombres y mujeres que han alcanzado la santidad fueron fieles devotos de la Virgen María. A continuación te compartimos algunas de sus frases que reflejan su amor a María Santísima.
San Alfonso María Ligorio
María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar.
Oración a Nuestra Señora de Guadalupe – San Juan XXIII
¡Señora Nuestra de Guadalupe, que también a la tierra de México has querido dar especiales muestras de benevolencia, y has prometido consuelo y ayuda a aquellos que te aman y siguen! Mira benigna a todos tus hijos; ellos te invocan con confianza. Conserva en nuestras almas el don precioso de la gracia divina. Haznos dóciles a la voluntad del Señor, de tal manera que cada vez más se extienda su reino en los corazones, en las familias, en nuestra querida nación. ¡Oh Virgen Santísima! Está con nosotros en las fatigas del trabajo cotidiano, en las alegrías, en las penas y dificultades de la vida, de modo que nuestro espíritu inmortal pueda elevarse, libre y puro, a Dios y servirlo gozosamente, con generosidad y fervor. Defiéndenos de todo mal, Reina y Madre de México; y haz que seamos fieles imitadores de nuestro Jesús, que es camino, verdad y vida, a fin de que un día podamos, de tu mano, alcanzar en el Cielo el premio de la visión beatífica. Amén.
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