Los líderes comunitarios ejercen una labor esencial para mejorar la calidad de vida de sus vecinos, pues gracias a su trabajo logran cambios que impactan positivamente la vida de sus comunidades. Teodoro Obispo Chanchavac es un vivo ejemplo de ello.
A través de su labor voluntaria como líder de alimentación escolar del proyecto “Aprendizaje para la Vida”, Teodoro ayuda a que los estudiantes de la Escuela Oficial Rural Mixta del Cantón Ichomchaj, en Santa Lucía la Reforma, departamento de Totonicapán, Guatemala, reciban alimentos nutritivos para llevar a sus hogares. De esta manera, no solo los niños, sino también sus familias, vencen el hambre.
La comunidad de Ichomchaj es una zona agrícola con mucha deforestación, donde el cambio climático ha causado estragos. La escasez de lluvias hace cada vez más difícil que los cultivos sean productivos, lo cual ha afectado significativamente la capacidad económica de las familias y su acceso a la alimentación.
A través de “Aprendizaje para la Vida”, un proyecto del Programa Internacional Alimentos para la Educación y Nutrición Infantil McGovern Dole del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), implementado por Catholic Relief Services, la comunidad de Teodoro recibe los alimentos necesarios para mantener una nutrición saludable.
Alimentos que incentivan la educación
La escuela donde Teodoro es líder de alimentación escolar es la misma donde sus propios hijos estudian. Él conoce de primera mano cuáles son las dificultades que un padre de familia enfrenta para llevar suficiente comida a la mesa. Por eso se animó a servir voluntariamente en el programa de alimentación escolar.
Los líderes de alimentación son elegidos por el director de la escuela y la comunidad, y reciben un entrenamiento especial para el desarrollo de su labor. Su compromiso consiste en dedicar al menos 48 horas de servicio voluntario al almacenamiento, manipulación y distribución de alimentos. De esta manera, la escuela garantiza el uso de mejores prácticas de higiene y una nutrición saludable para todos sus estudiantes.
“Nos hablan sobre la limpieza, como cuidar de los niños, cómo deben lavarse las manos para que ellos se mantengan sanos. Yo he aprendido muchas cosas aquí”, afirma Teodoro con satisfacción.
La distribución de alimentos en las escuelas se realiza cuatro veces al año a las familias de los estudiantes e incluye la entrega de granos básicos (frijoles, maíz y arroz), huevos, hortalizas y frutas. Además de ser una estrategia efectiva para combatir el hambre en las comunidades, también es un incentivo para que los padres de familia mantengan a sus hijos matriculados y un factor que mejora su rendimiento escolar.
“Gracias a Aprendizaje para la Vida, ya las cosas no son como antes, cuando no había nada y los niños solo venían a dormir porque tenían hambre. Hoy se sienten más sanos e incluso hay más niños, porque han escuchado que se les brinda alimentación en la escuela”.
Teodoro Obispo Chanchavac
Y es que este padre de familia ha podido ver el impacto de la alimentación escolar en sus propios hijos: Renata, Kevin, Leidy y Jesús, quienes ahora se ven más activos y han mejorado su desempeño en la escuela. Teodoro se llena de ilusión porque su anhelo es poder continuar dándoles educación: “mi deseo con mis hijos es algún día verlos como doctores, licenciados o maestros”, dice.
De esta manera, padres como Teodoro, que han decidido poner su liderazgo al servicio de la comunidad, han logrado transformar la vida de más de 97,300 estudiantes guatemaltecos desde 2014 a la fecha. Trabajando hombro a hombro junto al proyecto “Aprendizaje para la Vida” han brindado la nutrición saludable que los niños necesitan para educarse, erradicar el hambre de sus familias y construir un futuro prometedor.