María Isabel más conocida como Mari se crío en Perú, en medio de la conmoción de la guerra interna, el Sendero Luminoso y la pobreza extrema haciéndose más evidente. Desde pequeña tomó consciencia de las diferencias y de las carencias marcadas en el rostro de la gente. A los 16 años, llegó a Estados Unidos para estudiar, primero en Michigan, luego en Washington y por último en Johns Hopkins, un programa de Desarrollo sostenible. Su búsqueda por ayudar a otros la llevó a Guatemala como voluntaria de Cuerpo de Paz, donde conoció a su esposo. Naturalmente alguien que busca, encuentra. Llegó a CRS hace ya 20 años iniciando en Africa como Global Fellow y su caminar por la organización la ha convencido de su misión de servicio. Trabajar en CRS en distintos países, le ha regalo historias inolvidables que refuerzan su fe.
Nos cuenta la historia de una niña parte de los programas de CRS que finalmente logró ir a la escuela, en un país donde las niñas suelen quedarse en casa, por “protección”, por trabajo en el hogar y porque no ven sus padres fin en mandarlas a estudiar, si solo van a casarse. Pero esta niña al lograr ir a la escuela, devolvió a sus padres enseñándoles pacientemente a leer y escribir. Conmueve cómo el ser humano, lo único que pide es una oportunidad y el poder de cambiar por si mismo su historia. Como el hombre de Zambia, que posa en una fotografía orgulloso frente a su siembra de maíz. Tras haber perdido una pierna en las minas de Angola y a su esposa en la guerra, se sabe capaz de alimentar a sus 4 hijos, en medio del dolor, con una dignidad impresionante. O las mujeres de Afganistán, juntas en un cuartito agujereado por las balas, aprendiendo juntas a leer como parte del programa de CRS en Afganistán de alfabetización acelerada. Ellas agradecidas, orgullosas, empoderadas, cambiando para siempre sus vidas. Una de ellas dijo “Antes era como si estuviera ciega y ahora puedo ver. Ahora puedo leer los precios en el mercado no me pueden engañar. Ahora puedo ayudar a mi familia y soy un miembro respetado de la comunidad”.
María Isabel cuenta con el regalo de haber sido testigo del cambio que trae, no solo a cada persona, a comunidades y pueblos enteros, el que alguien crea en tí y te abra una oportunidad.
Su trabajo ahora en Estados Unidos, es con los migrantes hispanos, solidarios, generosos y conscientes de las carencias de sus países, dispuestos a ayudar. El trabajo a veces es presencial y otras veces es de apoyo, cada uno como pueda, desde donde esté. La fe de María Isabel está puesta en los jóvenes, en la alegría con que sirven y alzan la voz. Una voz que da frutos, como el de lograr el Global Child Act, donde USAID, se compromete a dar apoyo para estimulación temprana en todos los países donde sirve a la niñez. Un aporte que sin gran inversión, logra un avance gigante en los niños y niñas, antes de entrar a primer grado.
“Es increíble el impacto que va a tener esta ley, y lo que los católicos en la comunidad hispana en Estados Unidos y nuestros socios han podido lograr. Para mí es una fuente de mucho orgullo” Nos dice.
Para María Isabel, trabajar en CRS nos transforma en anunciadores de la Buena Nueva. Anunciar el cambio, por un mundo más justo para todos, con vidas dignas en cada rincón del mundo.
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