El amor por la familia lleva a muchos padres de México y Centroamérica a tomar la decisión de emigrar en busca de un sustento o una vida digna para sus hijos. Esta es una realidad que afecta hoy a miles de niños y adolescentes, que han sido dejados atrás por sus padres debido a la migración.
*Saúl es uno de ellos. Un niño de apenas 13 años que se quedó en México viviendo con sus hermanos y una tía, porque sus padres emigraron a Estados Unidos. Recientemente, y a su corta edad, Saúl decidió intentar reunirse con ellos, aunque esto implicara dejar a sus dos hermanos y retar los grandes riesgos que a su temprana edad significa cruzar la frontera solo para reencontrarse con sus padres.
“Tengo familia en Nueva York. Llevo dos días aquí y me agarraron en un helicóptero. Pasé una noche en la hielera y de ahí me trasladaron a Casa YMCA…” contó Saúl, originario del Estado de México, poco tiempo después de ser capturado por las autoridades fronterizas durante su intento de cruzar la frontera.
Y es que ya son muchos los niños y adolescentes que, al igual que Saúl, no logran asimilar bien el proceso de vivir separados de sus padres y se lanzan solos a las penurias de la travesía hacia el norte. Según los datos de UNICEF, en julio del 2021 se reportaron 19,000 menores no acompañados llegando a la frontera. Muchos de estos niños buscaban la reunificación familiar. Otros, simplemente huir de la violencia que se viven en su país o mejorar sus condiciones de vida.
El caso de Saúl resulta ser un patrón común de migración. Usualmente, viajan primero los padres y luego, cuando ya están establecidos, piden a sus hijos que se les unan. Pero la mayoría de estos menores no acompañados suelen ser detenidos por las patrullas fronterizas, para luego ser colocados en unas celdas de detención conocidas como “la hielera”, donde el frío es casi insoportable. Posteriormente, son deportados.
Esta fue precisamente la experiencia que vivió Saúl, quien actualmente se alberga en la Casa YMCA para menores inmigrantes de Tijuana, un hogar provisional para menores mexicanos que son detenidos por las autoridades estadounidenses durante su intento por cruzar la frontera ilegalmente y sin un adulto.
“Me siento triste por no haber cumplido mi meta. Estoy en la Casa YMCA, que me va a dar apoyo para poder tratar de cruzar y poder reunirme con mi mamá”, afirma ilusionado este pequeño, quien en su huida desde México solo cargó la colección de monedas del bicentenario mexicano, que lo hacen sentir “orgulloso de sus raíces”.
En la casa YMCA, los trabajadores se encargan de acoger y brindar protección a los menores que migran solos buscando que logren reunirse con sus familiares. Con este propósito realizan una investigación de sus familiares o tutores en Estados Unidos, los asesoran para que la reunificación familiar se lleve a cabo de manera segura y les brindan acompañamiento psicosocial.
“Somos un equipo multidisciplinario… Manejamos un frente común, donde todos los días de alguna manera revisamos caso por caso…”, sostiene Abril Zaragoza, trabajadora social en YMCA. “Muchos de ellos ya traen una carga emocional…piensan que ya son como adultos”, añade destacando a su vez los riesgos físicos y emocionales que motivan a estos menores a emigrar solos.
“Lo más difícil que mencionan ellos es que durante la noche se escucha la balacera por todos lados… Las persecuciones de las pandillas… A muchos ya le mataron al papá, o a un primo, o a un tío o a un hermano.” sostiene Zaragoza, sin dejar de resaltar la importancia de la ayuda psicológica y emocional para estos menores.
La Casa YMCA para menores migrantes es parte de la Coalición Pro-Defensa del Migrante (COALIPRO), una organización de la sociedad civil que ayuda a la población migrante en México. Durante los últimos cuatro años, Catholic Relief Services los ha apoyado con capacitación técnica y recursos que les permita brindar una mejor atención en medio de la crisis migratoria.
Saúl aún espera con ansias el reencuentro con su madre en la Casa YMCA, pero al mismo tiempo no puede dejar de pensar en sus hermanos y todo lo mucho que se divertía con ellos. “Jugábamos un juego llamado Minecraft. Cuando estábamos más pequeños jugábamos escondidillas o a congeladas”, dijo con nostalgia.
“Me acordé mucho de ellos cuando estaba en la cima del cerro, ya en la línea cuando vi la frontera”, expresó Saúl recordando a sus hermanos, quienes tal vez sean los próximos en cruzar la frontera.
*El nombre se ha cambiado para proteger la privacidad.