Una profesionista hispana narra el impacto que tuvo en su vida ir como voluntaria a Etiopía, dentro del Programa Farmer to Farmer (De agricultor a agricultor).
Por Jacqueline Lerma
Jéssica Cortés Zárate, una profesionista hispana con estudios en Horticultura que radica en Miami, Florida, recibió en agosto del 2014 una inesperada llamada de parte de un colega suyo que le preguntaba si deseaba ir a África a capacitar agricultores.
No todo los días uno recibe una llamada así, reconoce la joven de 30 años, cuya madre es de Colombia y su padre de Argentina.
Le bastaron unos minutos para contestar: “¿Por qué no? claro que voy”.
Casi 10 días después, tras enviar la papelería solicitada y una entrevista telefónica, Cortés Zarate partió rumbo a Dire Dawa, en Etiopía, como parte del Programa Farmer to Farmer (De agricultor a agricultor), fundado hace 30 años por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), e implementado por ciertas organizaciones, entre ellas Catholic Relief Services (CRS), apenas hace dos años.
Dicho programa, también conocido como F2F por sus siglas en inglés, tiene como finalidad promover el crecimiento económico sustentable, la seguridad alimenticia y el desarrollo agrícola en cuatro países del Este de África: Uganda, Etiopía, Kenia o Tanzania.
La tarea de Cortés Zárate consistiría en asesorar durante 17 días a unas religiosas en el huerto del convento, puesto para el que requerían que fuera una voluntaria y que tuviera conocimiento en horticultura, poda e irrigación. Ésta era la segunda ocasión que fungiría como voluntaria. La primera había sido en Haití, también en el 2014, con otra organización sin fines de lucro para asesorar en un sistema de irrigación.
“Cuando mis conocidos supieron que iría a África me decían que estaba loca. Yo les decía que lo hacía porque quería ayudar. Me decían que para qué iba tan lejos, que ayudara en Estados Unidos, donde aquí también había mucha gente en extrema pobreza. Me decían que era peligroso, que podía infectarme con el Èbola, pero me fui. Y todo salió perfecto. Fue una experiencia inolvidable, algo que nunca olvidaré”, dice la joven.
Cortés Zárate se alegra de haber solucionado varios problemas agrícolas en el convento durante su estancia como voluntaria. Uno de ellos fue descubrir que la razón por la que sus árboles frutales no daban fruta es porque sus raíces habían sido sembradas muy profundamente. Ella, ayudada en ocasiones por las religiosas, tuvo que escarbar para solucionar el problema. Otro problema fue descubrir, mediante exámenes, que el huerto era regado con agua salada de un pozo. Sugirió a las religiosas dejar de hacerlo.
Todos los días un chofer de CRS la recogía de su hotel y la llevaba al convento. Tenía una traductora, una joven local graduada de Agronomía, que sólo era una interna, pero que se esforzaba grandemente porque a la voluntaria estadounidense no le faltara algo.
“Uno tiene que dejar de ser egoísta y ayudar en lo que uno puede. Aprendí mucho de esta experiencia. Es un país muy pobre. Estas personas no pidieron nacer y crecer ahí. Yo tuve la fortuna de haber nacido en una mejor condición y me siento con el compromiso de ayudar a otros”, dijo la joven, quien antes de partir estaba encargada de una granja en el estado de Florida.
Cortés Zárate dijo haber regresado feliz de Etiopía, pensando en que su esfuerzo hizo la diferencia, aunque sea una diferencia pequeña. Su mayor satisfacción es saber que ahora esos huertos producirán más frutas y vegetales para las casi 100 alumnas del convento.
La voluntaria llevó de regalo gran cantidad de semillas que se encargó de sembrar allá. Dijo que la Madre Superiora era tan cariñosa con las alumnas que no las dejaba salir al sol entre mediodía y las 3 pm cuando los rayos solares eran bastante intensos. Dice que sin pensarlo quisiera volver a Etiopía a ver qué pasó con todos los árboles y plantas que sembró, pero que ahora tiene un trabajo de tiempo completo en el Museo de Ciencias en Miami.
“El día que me regresé lloré mucho. A pesar de las barreras culturales y lingüísticas, hicimos que funcionaran las cosas. Fue muy triste partir. Ojalá algún día vuelva, porque yo siempre las recuerdo con gran cariño”, dijo Cortés Zárate, quien dice sentirse afortunada de haber tenido esta experiencia única en su vida.
Si deseas aprender más sobre este programa, pulsa aquí: Farmer to Farmer.
Jacqueline Lerma es coordinadora digital de CRS para la comunidad hispana. Su oficina está en Baltimore, Maryland y su email es [email protected]